Lazo: Una obra humana de cera y miel
Sentí dolor y pena el pasado sábado cuando Erber Ibarra, ejercitó con ira su mano derecha, para lanzar rumbo a las gradas del estadio Mártires de Barbados, de Bayamo, al reconocido lanzador cubano, Pedro Luís Lazo.
Por momentos imaginé una película de ciencia ficción carente de papel protagónico, sin sentido y aburrida. Después, pisé tierra nuevamente para interactuar con un mundo circundante, muy difícil de comprender por momentos.
La pálida escena en la cual expulsan a Lazo, durante el segundo encuentro de la subserie Granma-Pinar del Río, muestra un árbitro (Ibarra), con cara de pocos amigos, dueño de un protagonismo mediático, que no le corresponde.
Todo comienza a partir de una marcada intención del veterano lanzador, a favor de agilizar el juego, contraproducente con la posición del juez, que reprime al también conocido como Rascacielos pinareño, dando lugar a una polémica que todavía hoy suscita comentarios.
Ahora viene lo bueno. El reglamento de la Serie Nacional de Béisbol, establece que un picher puede tomarse hasta 12 segundos, entre un envío y otro, siempre que no existan corredores en circulación. Si hubiese alguno en las almohadillas, se deroga lo anterior.
Erber, le aplica la regla a Pedro Luís, por demora innecesaria del partido; otro acápite para cohibir. Lo penaliza con box y adelanta el corredor en circulación una base; los siguientes minutos en el parque Mártires de Barbados de Bayamo, dejaron mucho que desear.
La Bola Viva y en Juego se pregunta; ¿no pudo evitarse todo? Lazo, es un símbolo de ejemplaridad, consagración y amor al deporte, su virtuosismo como lanzador ha derrotado una y otra vez, sumas millonarias.
A este negrón pinareño, carismático y bien llevado, lo quieren de verdad de Oriente y hasta Occidente, grandes y chicos, simpatizantes y adversarios. Ante semejante héroe del deporte, vuelvo a preguntar, ¿no pudo la tolerancia, el entendimiento y la prudencia, ganar el juego?
Los dos (árbitro y atleta) tienen responsabilidad en lo ocurrido, pero con cara de pocos amigos, es imposible cantar el tercero, compañero Erber Ibarra.
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