Vuelvo al Capitán San Luis, con un jolongo cargado de fe y esperanza
Es impresionante la historia que escribe nuestro flamante equipo Pinar del Rio, en la presente temporada beisbolera. Barrer dos veces a Matanzas, nadie lo pronóstico.
Son bravos los muchachos de Alfonso Urquiola, no se dan por vencidos. Anoche ganaron a Ciego de Ávila, 7-6 en diez entradas, con la nueva revelación del picheo cubano en la lomita, Liván Moinelo, el negrito de los lanzamientos embrujados.
Faltan cinco partidos para concluir el calendario, las posibilidades de clasificar a la final son remotas; con los pies sobre la tierra, les digo: es un imposible, pero los muchachos siguen en combate.
Tras el torbellino que sacudió el Tsunami, nadie puede creer la hombrada que, jornada tras jornada, construye el multicampeón, son grandes los peloteros que visten la camiseta verde y amarilla, y más grande aun, los millones de aficionados que en Cuba y el mundo los siguen.
Los vueltabajeros están separados de Industriales, cuarto en la tabla, a dos juegos completos. Recordemos pasan a la próxima etapa los ocupantes de las posiciones del 1 al 4.
Gloria a mi equipo, que ni en las adversidades, trunca el sagrado compromiso con su pueblo. Vendrán marchas y contramarchas, luces y sombras, pero al final ¡Venceremos!
Esta tarde, regresamos al Capitán San Luis, un estadio bautizado por el amor de muchos corazones. Les prometo algo, llevaré un jolongo, cargado de fe y esperanza, listo para desafiar hasta un mismísimo siniestro.
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