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VIDA, AMOR Y DEPORTE

El destino de Antonio Pacheco

El destino de Antonio Pacheco

Por: Cuscó Tarradell

Hay aves como el colibrí que dejan el hemisferio sur y cruzan más de mil kilómetros por el Golfo de México hacia el Norte. Las hormigas, genuinas austeras del reino animal, migran de sus cavidades naturales con sus crías como sucede con las legionarias cuando escasea el alimento. El ‘género Homo’ u ‘hombre Mono’ –desde su origen– pobló el mundo hace miles de millones de años, dejando atrás el África que fue su cuna. Antonio Pacheco Massó ha emigrado, pidió asilo político y quieren hacer de la noticia “el gran espectáculo” en las redes sociales.

¿Cómo sería la Humanidad que no encarara otro ideal, una razón diferente, un sacrificio nuevo, sin la búsqueda de un “modelo de felicidad”? ¿Qué sería del hombre, incluso con la misma alegría de todos los días? Aburrido. No busque otro sinónimo.

Créalo, Pacheco cambió de aires. Ya es oficial porque la Ley de Ajuste Cubano lo admite. Para qué esperar más tiempo. Se ha jugado por él este 25 de julio un partido de bienvenida en el estadio Rome and Sligh Playground de Tampa, organizado por ex peloteros cubanos.

Se ha ido, o como suele correrse la voz: “se quedó”.

Canadá fue solo su primera alcoba antes del recalo en Estados Unidos. Ha dado un batazo largo a sus 50 años de edad. Ha picado duro y se ha extendido por la connotación de un refugio político. Le ha dolido esa “carrera empujada” a los que le gritaban en una esquina “Capitán, capitán…” en gesto jovial de reverencia; a los que le abrían las puertas del consumo, al pionero al que un día le puso una pañoleta en un acto patriótico.

Le ha mojado los párpados a la doctora que lo cuidó durante varias noches con crisis de hipertensión arterial en el Hospital General Saturnino Lora, a los amigos firmes que dejó, a los vecinos idólatras del barrio La Ceiba donde creció en Palma Soriano, a los que le ponderaron en un estadio como pelotero y luego como manager tricampeón (2005, 2007 y 2008) con el equipo Santiago de Cuba.

A Pacheco lo conocí de cerca. Viajé con él en avión hasta la capital cubana, platicamos de alineaciones en un dugout, compartimos el ómnibus colectivo de Santiago, provocamos en un elevador a Norge Luis Vera a propinarle una lechada a Industriales, bebimos juntos unas cervezas, y me alojé frente a su habitación en el Hotel Riviera. Era el año 2006, cuando realizaba un documental a sus Avispas. Siempre, sin excepción, respondía a un estigma de hombre misterioso, con dotes de camaradería, apartado de intrigas y trances burlescos, pocas palabras, pero resuelto.

Dudo que cambie su actitud, o caiga en “artimañas políticas” en una entrevista, a no ser que así lo quiera

Prefiero, sin andar doliente al margen de la noticia, quedarme con el hombre que nunca puso 7 ceros en una boleta de fichaje o deserción, cuando era el mejor segunda base del Team Cuba. Elijo al jugador estrella que vistió las 4 letras del Equipo Nacional de Béisbol desde la categoría infantil hasta ganar la séptima Copa Mundial consecutiva con la escuadra cubana en el año 2001, por primera vez enfrentando a un equipo profesional de Estados Unidos. Opto por el recuerdo de sus saltos felinos en la intermedia para quitarle un hit al oponente. Me apropio de sus números ofensivos en 3 Olimpiadas: AVE 361- SLU 647- HR 8- H 38- CI 32.

Para mí siempre integrará la novena de ensueño de la pelota cubana. Mas, no quisiera que desaparecieran sus batazos en televisión. Sería duro renunciar a la imagen de aquel Pacheco que saltó del banquillo –con faja ajustada a una columna maltrecha– para darle un jonrón con bases llenas (Grand Slam) al mismísimo Pedro Luis Lazo. Y: ¡Santiago Campeón!

Aunque he pensado en ello, todavía se puede repasar la historia del béisbol o llenar un Programa Antesala con los archivos de Andrés Telémaco, Alfonso Urquiola, Lourdes Gourriel (padre), Pedro José Rodríguez, Braudilio Vinent, Víctor Mesa, Luis Giraldo Casanova, Omar Linares, Germán Mesa, Orestes Kindelán o Norge Luis Vera…

Ahora dicen en una esquina, o se escucha en una mesa de dominó: “Si yo hubiera sido Antonio Pacheco, me quedo en Cuba”. No duden que aquí era “un rey”; pero las necesidades humanas engordan con los años de éxito.

No hay modelos de felicidad a imitar, sino los que el propio hombre interpreta, altera o acomoda a su conveniencia. Cuesta trabajo creérselo en esta Isla del Caribe.

Tal vez Pacheco sea un ave de paso por Estados Unidos para luego estirar su vejez en Cuba. Tal vez no…, y regrese un día en caja fúnebre o cenizas, con destino: ‘Cementerio Santa Ifigenia, Santiago de Cuba, la tierra abrigo’. Nadie puede ser absolutamente asintomático a la noticia: Antonio Pachecho pide asilo en EEUU o Ex pelotero Antonio Pacheco busca refugio en EEUU.

Eso sí, hay una enorme diferencia entre la migración del colibrí, las hormigas y Antonio Pacheco. Los dos primeros son “moralmente” animales centrífugos y apolíticos; pero, el hombre grande, el líder, desde su primera conquista marca patrones de conducta y sabe cuánto simboliza el sendero de una decisión.

A Estados Unidos llegan cada año más de 100 mil inmigrantes de todas partes del mundo. No todos se quedan por aprobación de ese gobierno. Claro está, que ninguno es como Pacheco.

(Tomado de La Isla y la espina)

 

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