Copa de fútbol -2010: Agustín le sacaron la roja

Sacudidos por esa inmensa pasión hacia su deporte nacional, los hinchas ecuatorianos, olvidan todo y multiplican energías positivas, que parecen burlar distancias y llegar como la mejor mensajeria del mundo, hasta dos destinarios de lujo: Brasil y Argentina.
La ausencia del once tricolor (amarillo, azul y rojo) a la fiesta futbolística sudafricana, aun se recuerda con nostalgia, en Guayas, Pichincha, Azuay o cualquiera de las restantes 21 provincias del país. Pero como dicen muchos aquí, a ponerle ganas panita, que ahí están nuestros compatriotas.
Sin dudas en el Ecuador, brasileños y argentinos, acaparan los mayores sentimientos pasionales; pero digo más, la inmensa mayoría apuesta por ellos, en este cono sur de nuestra región , y en toda Latinoamérica, bendecida por lazos comunes de identidades, culturas y costumbres.
Durante el segmento conclusivo mundialista que despejará incógnitas, se encumbrará el nuevo rey y ganador de la Copa-2010. Sólo uno de los 32 equipos podrá levantar el ansiado trofeo, el próximo 11 de julio. Entre los restantes nada consolará su desaliento, que desde ya apunta hacia una prolongada espera, con destino final en Brasil-2012.
Hoy en la Metro vía (autobús de movilización colectiva), la polémica entre los guayaquileños era chispeante, como un fuego que se resiste a ser extinguido; la llama ardiente fue atizada por Brasil y Argentina. Pero siempre existe alguien que piensa diferente y le resulta imposible controlar su pasión.
Don Agustín no habla, más bien grita: “pues yo digo que España, no vieron ustedes como sacudió a Portugal”.
Ahora si tienen que venir los bomberos, se formó el relajo, el chofer mal humorado saca la amarrilla para mantener el orden, pero nada frena la pasión, las voces se escuchan más fuertes, hasta escandalizar sin llegar nunca al puñete.
Don Agustín, un señoron que paso por los 60, siente responsabilidad por lo ocurrido y acude donde el chofer, en tono reconciliador: “como se te ocurre decir que España”, le rebate el conductor.
El veterano sonríe, y con voz entre cortada pide su propia sentencia: “sácame la roja anda”.