Un gran campeón: Nuestros padres
Una amiga que me aleja de ese gran desamparo de vivir sin conocer el amor de hermano, me pidió le describiera a la distancia mi sentimiento de padre, muchas veces alejado de los hijos, ante el venerable cumplimiento del deber.
Esta petición me mantuvo varios días en permanente reflexión, como el campeón olímpico de tiro, que se empeña en perforar la diana para alcanzar la cima más alta del podio, el tercer domingo de Junio y siempre.
La verdadera grandeza y genialidad en la comunicación
hijo-padre, nace del entendimiento, paradójicamente a todo lo falso, tóxico y engañoso, que suele con frecuencia endurecer cualquier tipo de relación.
Nuestros progenitores son personas tan puras y especiales, que recogen espinas y derraman flores; secan su llanto y callan sus dolores; y como colofón, nos hacen el bien sin temer al sacrificio.
Papá, siempre esta dispuesto a ofrecer perdón, olvidando lo triste del pasado. En esa condición descansa perennemente un soberano único, el cual venera el alma humana, pues la necesidad de un padre es tan crucial como la de un hijo.
Estas líneas pretendo se conviertan en autentico y cálido homenaje, a las personas que hicieron posible la maravillosa existencia, que nos regalo la vida.
Termino así. Pido una calurosa ovación, por favor de pie, para un gran campeón: “Nuestros padres”.
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